Todo empieza con una mano, la de Leila, cogiendo la de Tarás. Leila fue la primera acompañante de Tarás, paciente de leucemia de 4 años, y su madre, Svitlana, en el Hospital Sant Joan de Déu. En el último capítulo del blog os presentábamos la historia de Tarás y hoy le toca a Leila, quien le cuidó y ayudó desde su llegada, quien le tendió la mano.

Pero, ¿qué hace una abogada en una planta de oncología de un hospital infantil acompañando a un niño con leucemia que huye de una guerra? Toda esta historia empieza en la Facultad de Derecho de Dnipró, en el centro de Ucrania. Allí Leila acabó la carrera de Derecho y, en esa misma ciudad que la vio nacer hace 34 años y dónde vive toda su familia, empezó a trabajar ejerciendo su profesión como especialista en derecho civil y comercial.

Y en 2013 Leila se va de vacaciones por primera vez a Barcelona. Y se enamora perdidamente de la ciudad. A su vuelta a Ucrania decide que vivirá en Barcelona y empieza poco a poco a planificar su marcha. Siempre le ha gustado el mundo de la hostelería así que tres años más tarde, lo deja todo; deja su trabajo de abogada, deja a su madre y a su hermano, deja su ciudad; y se planta en Barcelona dispuesta a comerse el mundo y a abrir un negocio propio en el mundo de la hostelería. En Barcelona empieza a trabajar en grandes eventos como camarera. “Me encanta el turismo, los idiomas, conocer a gente…”, explica Leila. Y en Barcelona, trabajando, también conoció a un andaluz, Juan, su pareja.

Leila en la Fundación Villavecchia.

En 2021 les visitó la madre de Leila a la que no veían desde hacía muchos meses. Y el mismo año pudieron pasar unos días en la costa de Almería con la familia de Juan. “El 2022 era el año de ir a Ucrania, de enseñarle mi país a Juan, de ver a los míos, pero estalló la guerra”, explica Leila consternada. “Al principio mi madre se negó a abandonar el país. Me costó más de un mes convencerla de que viniese a Barcelona. Y mi hermano, Dimitro, en cuanto empezó la guerra, se alistó en el ejército y al cabo de poco le enviaron a combatir a Jarkov. Cada día nos envía un mensaje explicando que está bien, vamos, que está vivo”.

Leila colaboraba con un comercio en Barcelona y allí le avisaron que las fundaciones Enriqueta Villavecchia y Josep Carreras necesitaban ayuda de traductores voluntarios para un grupo de niños con cáncer que había llegado de Ucrania. “¿Por qué no? Pensé. No puedo hacer nada por mi gente desde aquí. Hago como todos mis compatriotas: recoger medicamentos, comida, ropa… pero esta es una oportunidad de dar un poco más. Y mi primer paciente fue Tarás, un peque de cuatro años enfermo de leucemia. Con este trabajo siento que estoy en el sitio en el que tengo que estar. Puedo ayudar a personas concretas. Al principio fue duro. Yo no tenía experiencia en hospitales y la primera vez que vi a Liza, otra paciente bebé del grupo, preparándose para la radioterapia me tuve que esconder para llorar. Impacta. Pero también te impacta lo bueno, el cariño, el agradecimiento, la satisfacción de estar haciendo algo bueno”, afirma Leila.

Leila acompañando a las familias acogidas ucranianas

Cuando empiezas a trabajar con pacientes con cáncer te das cuenta de que antes entendías la teoría, pero la práctica es diferente. Formo parte de un engranaje en el que están los médicos, los equipos de enfermería, las fundaciones… pero el trabajo que hacemos mis compañeras y yo como acompañantes alivia mucho. Una mamá del grupo me decía un día que, sin la ayuda para gestiones, consulado, traducciones en los hospitales, pequeñas cosas del día a día, para ellas sería como estar en el triángulo de las Bermudas. Es complicado estar en un país tan distinto, con una lengua tan diferente. A pesar de que te tratan muy bien, a pesar de que estás muy agradecido, es difícil navegar entre tantas pruebas, trámites, papeles, horarios, visitas…”, afirma Leila.

Y así fue como una abogada ucraniana encontró su sitio a orillas del Mediterráneo, a 3.500km de su casa, dando la mano a un peque con cáncer de su país.

Necesitamos y necesitaremos ayuda para desplegar el operativo de acogida y alojamiento durante el tiempo que dure el tratamiento. La mejor manera de ayudarnos es a través de donativos económicos, que nos permitirán financiar recursos y materiales, según las necesidades.

Muchas gracias a todos y todas. Estamos y están en un sitio seguro y juntos somos Imparables.