A estas alturas, Inés ya sabe que las casualidades no existen. Y si existen, están muy bien orquestadas.
Ser profesora toda una vida. Amar tu profesión. Jubilarte y saber que de lo que te despides es de las obligaciones, no de las pasiones, y continuar con tu vocación. Aprendiendo a enseñar a aprender y acompañando a niños en peligro de exclusión social desde la Fundación SENDRA.
Y un día, en el colegio de tu nieto que, por casualidad, es uno de los que escolarizan a niños ucranianos acogidos en Barcelona, le preguntan a tu hijo si conoce a alguien con tiempo y maña para montar muebles en la nueva casa de acogida de las familias ucranianas.
Y su hijo, el de Inés, casualmente justo en ese momento tiene unos días libres. Y sí, monta los muebles y también pregunta si se necesita a alguien para enseñar castellano a los niños y padres recién llegados.
Y, ¡casualidad! Sí, por supuesto que hace falta un profesor, e Inés hace años que se dedica a enseñar castellano a chicos extranjeros, recién llegados o mal integrados, para ayudar a que se desenvuelvan mejor. Y se le da bien. Y sabe acompañar y crear vínculos que endulzan la vida de los que no lo han tenido nada fácil.
Y ahora Inés está feliz dando clases de lunes a sábado en La Casita. De momento sus alumnas incondicionales son las madres de familia, aunque a menudo se une algún padre que en aquel momento está libre y algún pequeño, sobre todo los sábados.

Ella, después de tantos años, todavía se sorprende de la gran capacidad que tiene el ser humano, y sobre todo los más pequeños, de aprender. Incluso cuando la grafía y la fonética del nuevo idioma no tienen nada que ver con el tuyo.
Inés se preparar cada clase con cariño, “yo preparo todo el material, tengo una base que saco de internet y libros que tengo, y lo preparo todo según lo trabajado el día anterior”, nos cuenta.
Las ganas, el buen humor y la alegría que contagian sus nuevas alumnas de La Casita son su mejor premio.

Más allá de las casualidades que la han llevado a conocer y acompañar a estas mujeres, Inés sabe que “por desgracia, no podemos predecir cuánto tiempo van a pasar aquí, pero parece que va para largo, y ellas tienen muchas ganas de poder comunicarse y empezar a hacer vida autónoma fuera de La Casita”.
Lo conseguirán. No hay duda.
Si quieres colaborar con la Fundación Enriqueta Villavecchia y la Fundación Josep Carreras, puedes hacerlo a través del Dispositivo Especial de Acogida a niños oncológicos. Gracias por ayudarnos a conseguir más recursos para poder continuar atendiendo a estas familias.