Ángela Lara, periodista del periódico La Razón, ha dado la voz a Svitlana Chubariev, mujer ucraniana refugiada y madre de un hijo con cáncer en un artículo dónde nos cuenta la odisea que han vivido hasta poder llegar a Barcelona acogidos por la Fundación Enriqueta Villavecchia y la Fundación Josep Carreras.

Svitlana junto a sus dos hijos

El 18 de marzo, Svitlana pudo salir de Ucrania y viajar a Barcelona con sus dos hijos para que uno de ellos, Andrii, pueda recibir tratamiento contra el tumor cerebral que padece.

Andrii y su hermana, junto a su madre Sviltana y su padre, llevaban una vida tranquila en Kiev. Andrii es un chico muy deportista y gran amante del boxeo, y estaba preparándose para competir en esta disciplina deportiva cuando llegó el golpe del diagnóstico.

“Andrii tiene un glioma que no se puede operar. Lo único que pudieron hacer tras el diagnóstico fue intervenir para ponerle una válvula mediante la cual sacar el líquido que, debido a la enfermedad, se le estaba acumulando en el cerebro y además cogieron una muestra del tumor para biopsiarlo”, explica su madre. Andrii, por su parte, lo único que deseaba era que todo pasase para poder volver a boxear.

En pleno proceso de pruebas para decidir cuál era el mejor tratamiento para Andrii, la guerra estalló en su país: “Por aquel entonces estábamos viviendo en una casa que teníamos a las afueras de Kiev y a la que nos mudamos a raíz de la pandemia”, explica Svitlana, quien recuerda que “si el conflicto arrancó el día 24 de febrero, el 25 ya teníamos a las tropas en la puerta de casa”. Hoy en día, la localidad en la que se refugió la familia está completamente arrasada y el 70% de la población ha fallecido.

Siempre que se podía, Svitlana conversaba telefónicamente con el médico de Andrii. Este les aconsejo que salieran lo antes posible del país. Con solamente dos dosis de la medicación que ayudaban a Andrii a calmar el dolor, Svitlana junto a toda su familia, puso rumbo a Lviv, un pueblo cerca de la frontera con Polonia, al encuentro de un contacto que les ayudaría a salir del país.

Svitlana nos cuenta con mucha angustia el sufrimiento que pasaron esos días, donde llegar a un sitio seguro parecía una tarea imposible.

Tardaron 10 días en llegar a Lviv, 10 días de odisea entre carreteras cortadas, penurias y miedo. El 12 de marzo, por fin, lograron llegar. La angustia se multiplicaba, no solo por el miedo a la guerra que estaban viviendo, sino también por el hecho de saber que Andrii no estaba recibiendo la atención médica que tanto necesitaba.

En Lviv, Andrii no pudo iniciar las sesiones de quimioterapia, porque, una vez iniciado el tratamiento, no se podía interrumpir y no tenían ninguna seguridad de que eso fuera a ser así.

Finalmente, el 14 de marzo llegó la mejor de las noticias. El Hospital Sant Jude Global, de Memphis, Estados Unidos, estaba tratando de evacuar a todos los niños ucranianos con cáncer pediátrico para poder seguir con sus tratamientos en hospitales de otros países europeos.

El 16 de marzo Svitlana y sus dos hijos tomaron un autocar, para dos días después poder aterrizar en Barcelona, junto a 15 familias más, donde la Fundación Villavecchia y la Fundación Josep Carreras, con la colaboración de la administración y otras entidades, ya habíamos organizado el dispositivo de acogida.

El resto de su familia, incluido su marido, se quedaron en Ucrania y volvieron a Kiev. Tanto ella como su familia son conscientes de que la prioridad es que Andrii reciba el tratamiento adecuado para poder derrotar a la enfermedad y en ello están ahora mismo.

El 6 de abril, Andrii fue intervenido y hoy en día ya lleva tres sesiones de quimioterapia.

“Es increíble el trato que hemos recibido aquí y los procedimientos que se usan en Sant Joan de Déu”, comenta Svitlana, quien, sobre el tratamiento, señala que “las primeras sesiones de quimioterapia le hacen estar algo cansado y se ha adelgazado un poco, pero el otro día ya estaba haciendo flexiones y saltando con la cuerda”.

Ahora, después de meses de pesadilla, Svitlana, sentada en el patio de La Casita, admite que aún no es del todo consciente sobre lo que ha vivido desde que se desatara la guerra en su país. “Lo peor fue la incertidumbre de los primeros días de la guerra, en los que no sabíamos qué hacer, pero ahora, que están tratando a mi hijo en Sant Joan de Déu, he de admitir que hemos tocado el cielo. He de agradecer enormemente cómo nos ha ayudado y acogido la gente de aquí. Tienen unos corazones muy grandes”.

Aunque está lejos de los suyos y no sabe si podrá volver algún día a Ucrania, ya que es posible que allí, tras la guerra, no puedan ofrecer a su hijo el tratamiento que necesita, tiene muy claro que “lo único que importa ahora es que Andrii se cure”.

Os invitamos a leer el artículo en “La odisea de una ucraniana refugiada y su hijo con cáncer”

Necesitamos y necesitaremos ayuda para desplegar el operativo de acogida y alojamiento durante el tiempo que dure el tratamiento. La mejor manera de ayudarnos es a través de donativos económicos, que nos permitirán financiar recursos y materiales, según las necesidades.

Muchas gracias a todos y todas. Estamos y están en un sitio seguro y juntos somos Imparables.